Una cálida mañana de verano llegas a
este mundo llorando, tratando de sobrevivir a los primeros minutos de
vida, luchando por respirar aire puro y después de un viaje de nueve
meses ves a esa persona que te ha estado resguardando en su vientre y
dándote de comer.
Tu aventura no ha hecho más que
empezar. Tus primeros años serán duros aunque no los recordarás
más adelante; determinarán el resto de tu vida, tu forma de ser, de
sentir, de pensar y de actuar. Superarás obstáculos sin enterarte,
aprenderás a caminar, hablar, comer, limpiarte; más adelante
tratarán de enseñarte buenos modales y grandes valores; con los
años, es posible que te rodees de gente interesante que te enseñarán
mucho y gente que sólo te perjudicará, pero todo ello formará
parte de tus experiencias vitales que te irán haciendo forma en esos
primeros años de vida, en los cuales la memoria ya ha sido
desarrollada.
Los obstáculos se hacen más y más
altos, como piedras insalvables, haciéndonos tropezar vez tras vez.
Te levantarás porque sólo ha sido una vez, aprenderás y seguirás
caminando. Pero entonces llegará un momento en que el muro sea
demasiado alto, llegará un punto en tu vida, a los 15, a los 20, a
los 30 o a los 50 en que esa pared tratará de derrumbarse hacia ti
sin que encuentres la manera de esquivarla.
Y en ese momento, cuando todo se está
derrumbando a tu alrededor es cuando sacas lo mejor que llevas
dentro. Te reconviertes y reinventas en algo mejor y más fuerte
porque algo te impulsa. Ese pequeño valiente sale dando golpes
motivado por una energía interna que ha sido cultivada durante años
y ha esperado su momento para salir.
Sobrevivimos amparados por recuerdos,
fotografías imborrables semejantes a cicatrices que el tiempo ha
dejado en nuestra historia. Esos pensamientos nos hacen luchar, nos
convierten en gran parte de lo que somos. Queremos, amamos, sentimos
y soñamos gracias a los recuerdos, a las experiencias y a la memoria
de aquellos que han formado parte de nosotros, parte de nuestro
espíritu. Esas personas que nos han robado noches y nos han regalado
días. Esas personas que se han quedado alimentando nuestra vida y
dando sentido a cada uno de nuestros actos.
Entonces te das cuenta que algo te ha
traído hasta aquí, el destino, el azar, el camino... el camino que
hace mucho empezaste una cálida mañana de verano.
Continuará...
Una cálida mañana de verano el azar, el destino... hizo que Nino Bravo sonase en la radio. Una gran voz que presagiaba un gran camino por recorrer. Camino que no ha sido fácil, y que todavía no ha acabado, pero que te ha convertido en única en el mundo. Todos somos especiales y únicos, simplemente por haber sido el espermatozoide más rápido, y más aún porque cada camino que recorremos cada uno, es diferente. Lo que nos diferencia a unos y a otros es la manera de recorrerlo, la manera de permanecer en él y no desviarse, la manera de cultivarlo para que la maleza no nos haga caer, la manera de levantarse cuando inevitablemente nos caemos a pesar de nuestro esfuerzo por no hacerlo...
ResponderEliminarY tú has demostrado una y mil veces que tu fuerza para ello es inmensa. Cierto es que muchas circunstancias te han hecho así, como también es cierto que la combinación genética que se produjo un día de otoño en este caso, ha contribuido en gran parte. Pero el mérito de seguir transitando por ese camino, sobre todo de la forma en que lo estás haciendo es tuyo.
Yo personalmente, agradezco que ese camino se haya "cruzado" con el mío aquella cálida mañana de verano, porque en muchas ocasiones has hecho que mi camino sea más fácilmente transitable.
Eres única y maravillosa! Nunca lo olvides
Firmado: Uno de tus caminos paralelos, que te quiere. Mil besos amor!
El comentario ha superado a la entrada!! mil gracias!! Pero se nota los ojos con los que mira una hermana. Llevamos caminos paralelos y la genética es muy similar, por lo que tu también te has convertido con derecho propio en una persona excepcional. Te quiero enana!
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