domingo, 28 de abril de 2013

Pecado 2

Hola! Siento demorarme tanto últimamente para escribir, pero seguramente sea así hasta dentro de un par de semanas. Hoy hablaré de otro pecado capital de mi lista, y quizás sea el más extendido hoy en día: el egoísmo.
Sin ser demagógicos ni caer en el discurso fácil, creo que todos tenemos una parte egoísta. Incluso diría que a veces es necesario. Pero (siempre hay un pero) depende cómo manipulemos esta virtud/defecto y el nivel de consciencia con el que lo hagamos, podrá reportarnos beneficios o solamente nos volverá mezquinos.
¿Qué quiero decir con esto?
Bueno, pues podría separar el egoísmo en dos grandes apartados: el egocentrismo y el sensato.
El egoísmo egocéntrico: creo que no hace falta decir que este es el egoísmo el cual nos convierte en personas mezquinas, despreocupadas por el resto de la gente y con un afán exagerado por sobresalir por encima de los demás llevando consigo lo que haga falta. Cuando no podemos ver más allá que nuestros propios deseos e intereses empezamos a construir una personalidad dañina, victimista por no alcanzar eso que deseamos y tirana. Construimos una careta que utilizamos como nuestro escudo perdiendo siempre la referencia de la realidad, olvidándonos de nuestro "yo" interior que trata de salir, y actuando sin importar las consecuencias ni el daño que produzca en los demás. Esta careta crecerá con nuestros miedos y nuestros fracasos, sin darnos cuenta nunca de este proceso de absorción que el egoísmo hace con nuestra vida. La empatía brilla por su ausencia y la generosidad es una palabra desconocida. Desgraciadamente hoy en día está evolucionando y creciendo este tipo de egoísmo como un pandemia. Se nos inculca que para poder avanzar tienes que pisar, que para poder destacar tienes que olvidarte del resto, sin darnos cuenta de que el más silencioso, el más generoso es el que al final acaba ganando. ¿Porqué? Pues porque se centra en lo que está haciendo y no tiene que alimentar ninguna máscara.
Ahora bien, esa persona silenciosa y generosa, ¿Acaso no se mueve también por un egoísmo interno ya que sabe que así conseguirá ascender? Por supuesto que sí. Pero aquí entra en juego el egoísmo sensato. Cuando hacemos algo por alguien solemos esperar una recompensa, bien sea de esa persona o bien sea a través del famoso "karma". Prácticamente todo lo que hacemos, las motivaciones, los deseos, las decisiones...todo, suele ir acompañado de una cierta dosis de egoísmo, solemos hacer las cosas por un motivo y esperamos una recompensa. Si nos paramos a pensar sinceramente, siempre hay una pequeña ganancia ¿Pero esto es malo? Si no te obsesionas con la recompensa no.
Es necesario, muchas veces para nuestro bienestar, tener un poco de este egoísmo consciente. Esa parte que nos permita decir que "no" en ciertas ocasiones, y esa parte que nos permite conocernos en profundidad. Muchas veces es necesario una introspección aislándonos del resto para poder darnos cuenta de quienes somos y a dónde queremos ir. De esta manera podremos resolver problemas internos que tengamos con nosotros mismos. Sólo cuando estemos en "paz" con nosotros mismos podremos hacer felices a los demás. Por ello este egoísmo es necesario cultivarlo.
En el momento en que se alcance el equilibrio, en el momento en que seamos consciente de cuál de los dos es el egoísmo que estamos cultivando en nuestro jardín, entonces podremos decidir cuál crecerá. La cosecha de cultivar uno u otro es bien distinta. Las plantas que rodean al primero estarán llenas de silvas y zarzas y para poder moverte en ese jardín te harás daño, te enfadarás, y los que están a tu alrededor lo percibirán. Sin embargo en el segundo jardín, mucho más difícil de cultivar eso sí, será un camino de rosas, el resto de plantas estarán contentos contigo porque las haces ser mejores y más bonitas.
Ahora te toca a tí ser el jardinero. Os dejo un breve cuento sobre este tema.

El Primer Ministro de la Dinastía Tang fue un héroe nacional por su éxito como estadista y como líder militar. Pero a pesar de su fama, poder, y salud, se consideraba un humilde y devoto Budista.

A veces visitaba a su maestro Zen favorito para estudiar con él, y parecía que se llevaban bien. El hecho de ser primer ministro parecía no afectar su relación, que parecía ser la de un venerado profesor y un respetuoso alumno.

Un día, durante su visita usual, el Primer Ministro le preguntó al maestro:

- "¿Su Reverencia, qué es el egoísmo de acuerdo al Budismo?"

La cara del maestro se volvió roja, y con una voz condescendiente e insultante, le respondió:

- "¿Qué clase de pregunta estúpida es esa?"

Esta respuesta inesperada impactó tanto al Primer Ministro que se quedó callado y furioso. El maestro Zen sonrió y dijo:

- "ESTO, Su Excelencia, es egoísmo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario